4 de agosto de 2013

Pensar en volver a Empezar...

El enorme y lujoso auto estacionó frente a la parroquia. De él bajó un hombre de mediana edad, muy bien vestido y con signos de indudable prosperidad. Se dirigió al cura párroco y le dijo:
- ¿Se acuerda de mí, padre?
El cura lo miró por encima de las gafas, jamás olvidaba una cara.
- Claro, estuviste aquí hace casi un año, vestías en harapos y tenías hambre. Decías que habías perdido todo, que te descuidaste y que tu propia gente te había robado, estafado y humillado. Pero si mal no recuerdo, también sostenías que ya no había posibilidades para tí... y por lo que se ve, estabas equivocado.
- Estaba muy equivocado, padrecito, porque ese día usted me dio un consejo, ¿lo recuerda?
- Sí. Creo que te conté que mis ancestros en España cuando tenían un problema y no encontraban solución, tomaban los Santos Evangelios y los dejaban caer sobre la mesa para que se abriera al azar y ponían luego un dedo en el texto sin mirar dónde, porque confiaban en que Dios los guiará a la respuesta precisa...
- Exacto. Le confieso, padre, que me fui a casa riéndome de su ingenuidad. Mi problema es concreto pensé, qué tendría que ver Dios con todo eso. Pero esa noche me encontré tan desesperado que tomé el libro de los Evangelios del cuarto de mi madre y me animé a seguir su consejo... Al leer lo que señalaba, entendí todos mis errores y pude salir del horrible lugar en el que estaba... en señal de gratitud, he traído una donación para la parroquia, espero no ofenderlo. Volveré el año próximo. Una vez más, gracias padre, ha sido un placer conocerlo.
Y dicho esto empezó a marcharse...
- Un momento, hijo mío -lo detuvo el cura-, me gustaría saber, antes de que te vayas, qué decía la frase que tu dedo señaló en el Evangelio.
- Ah, sí, claro padre, decía "Capítulo 18".
- Perdona mi mala memoria -respondió el cura- pero, ¿qué dice el capítulo 18?
- No lo sé padre, nunca lo leí -dijo el hombre-. Lo que pasó fue que al ver la frese, me di cuenta de que más allá de lo que dijera el capítulo 18... el capítulo 17 había terminado.
Vale la pena insistir, crear, reintentar, reempezar, construir y compartir... 
Aunque nadie puede volver atrás y lograr un nuevo comienzo, cualquiera puede empezar ahora y lograr un nuevo final...

Esto es extrañar ...

Hoy me encuentro acá con el sentimiento de extrañar, y mucho, mucho mas de lo que esperaba, extraño mucho a mi mamá, y aun que suene tonto así es. Decidí hacer mi vida con la persona que amo, pero aunque no es fácil, me encanta la vida que tengo. Pero no puedo evitar extrañar tanto a mi mamá, es como que ella es mi mejor y única amiga, es todo para mi y la extraño todo el tiempo, pero cuando algo me pone mal la extraño mucho mas, extraño los viejos tiempos con ella. Recuerdo que cuando yo era chica y juntas ordenábamos y limpiábamos la casa yo le decía " mamá que voy a hacer el día que no estés a mi lado? ", amaba estar todo el día con ella y que día a día me enseñe todo lo que sabe. Y es por eso que hoy en día, cada vez que voy a hacer algunas cosas pienso en como lo haría ella.

Ser Mamá...

Estábamos sentados a la hora del almuerzo cuando mi hija casualmente mencionó que ella y su marido estaban pensando en “formar una familia”.
- Estamos haciendo una encuesta – bromeó – ¿Crees tú que debería tener un bebé?

- Te va a cambiar la vida – dije yo, manteniendo un tono neutral.

- Ya sé – dijo ella, – no más dormir el fin de semana, no más vacaciones espontáneas – pero no era a eso a lo que yo me refería.

Miré a mi hija, tratando de decidir qué decirle.

Quería contarle que las heridas físicas de tener un bebé sanarían, pero convertirse en madre le dejaría una herida emocional tan grande que la haría para siempre vulnerable…
Quería decirle que nunca más leería el diario sin preguntar: y si ese hubiera sido MI hijo?”.
Que cada caída de avión, cada casa que se incendia, cada accidente de tránsito la van a perseguir.
Que cuando vea una foto de un niño hambriento, se preguntará si no hay nada peor en la vida que ver a tu propio hijo morir.

Miré sus manos con manicure y su perfecto traje de dos piezas y pensé que sin importar cuan sofisticada es ella, convertirse en madre la reducirá al nivel más primitivo donde lo más importante es proteger a su crío. Que el llamado urgente de “mamá!!!” le hará quebrar su fuente de cristal más fino sin siquiera dudarlo. Me gustaría advertirle que sin importar cuantos años ha invertido en su carrera, serán descarrilados por la maternidad.

Podrá contratar una nana, pero algún día tendrá que ir a una importante reunión y recordará el dulce olor de su bebé.

Tendrá que endurecer su corazón para no volver corriendo a casa, solo para asegurarse de que está bien.

Quería decirle a mi hija que las decisiones comunes de cada día ya no serán rutina.

Que la decisión de un niño de 5 años de ir al baño de varones en Mc Donald’s en vez de el de mujeres será un problema gigante.

Allí, en medio de las bandejas y los gritos de otros niños, los asuntos de independencia e identidad de género chocarán contra la idea de un pedófilo esperando en ese baño de varones.

Cualquier decisión que tome en la oficina, la repensará constantemente como madre. Mirando a mi atractiva hija, le quería asegurar que eventualmente perderá los kilitos de más del embarazo, pero nunca más se sentirá igual consigo misma.

Que su vida, ahora tan importante, pasará a segundo plano una vez que su bebé haya nacido.

Ahora que ella daría su vida en un momento por salvar a su bebé, también comenzará a pedir por más años de vida, no para cumplir sus sueños, sino para ver los de sus hijos cumplidos.

Quería decirle que la cicatriz de la cesárea y las estrías se convertirían en sus medallas de honor.

La relación de mi hija y su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Ojalá ella entendiera cuánto más se puede amar a un hombre que es cuidadoso para poner talco a su bebé o que siempre tiene tiempo para jugar con él.

Quiero que sepa que se volverá a enamorar de su marido por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Quisiera que ella pudiera sentir el lazo que tendrá con otras mujeres que han tratado de detener guerras, acabar con los prejuicios y no manejar bajo los efectos del alcohol.
Quiero describirle a mi hija la felicidad que se siente al ver a tu hijo aprender a andar en bicicleta.
Quiero capturar para ella la risita divertida de un bebé cuando toca por primera vez el pelaje de un perrito o de un gato.
Quiero traspasarle esa alegría.

- Nunca te arrepentirás – dije finalmente.

La mirada interrogante de mi hija me hizo notar lágrimas en mis ojos.

Me acerqué a ella, apreté sus manos y le deseé lo mejor, ya que había recibido el más maravilloso de los llamados…

ANONIMO